jueves

El amor de tu vida

No era triste, sólo complicada, como ella decía. Le había dedicado cada minuto de su vida. Él no parecía haberse dado cuenta. Hizo las maletas. Sin embargo, le dejó sus discos. Pop inglés. Pensó que al escucharlos se acordaría de ella. Era un castigo merecido. Cerró la puerta.

Dejó tras de ella toda una vida. Ayer había visto "Elsa y Fred". Una historia de amor pasados los sesenta. Nunca es tarde para amar. No quiso esperar ni un minuto más. Al final del camino puede esperarte el amor de tu vida. Ella también quería protagonizar la escea de "La dolce vita" en la Fontana di Trevi.


Buscaba el amor. Y amó. Para que luego digan que el cine no es necesario.

domingo

La pelirroja

Tener sexo en Brooklyn no es complicado a determinadas horas de la noche. Un letrero que antes debía de haber sido un luminoso me indicaba donde apagar mi deseo. No había nadie que me negara el paso. Una puerta abierta siempre me ha inducido a terminar atravesándola. A las dos de la madrugada de un martes cualquiera no encuentras demasiada gente en la ciudad. Además, tienes la sensación de que la mayoría de transeúntes que te cruzas en tu camino son unos golfos. Entiéndase también en su acepción femenina. Entré sin más.

No era la primera vez que estaba en un local de ese tipo. La luz tenue que envolvía el local daba paso en los reservados a la buscada oscuridad. Tenía forma circular. En el centro estaba el escenario, provisto, como la mayoría de escenarios de este tipo, de una rubia, una morena y la preferida de todo hombre solitario, la que luce el tono en el se mezclan la pasión, la perversión y la inocencia, la pelirroja.

Rodeando el escenario tres hombres sujetaban entre sus manos tres copas. No tengo la certeza de quien sujetaba a quien. Yo me sentía como el cuarto en discordia. Paseaba por la sala y escuchaba los murmullos de los reservados. Las carcajadas de las chicas sonaban poco naturales. Pero qué era natural allí.

Conforme me senté, una de las bailarinas, la preferida de los solitarios, bajo del escenario y me pidió que la invitara a una copa. Y como cualquiera podría imaginar, a esas horas me es demasiado complicado formular una negación de forma convincente.

Ella, yo y una carísima botella de champán...
_¿Eres de por aquí?
_No, recién llegado.
_¿De donde?
_De lejos.
_¿De muy lejos?
_De demasiado lejos, ¿y tú?
_De demasiado cerca.
_Entiendo
_¿Negocios o placer?
_¿Tiene que ser una de las dos?
_Bueno, la otra opción suele ser que te acabas de separar, pero no tienes pinta de haberte casado.
_¿Tan mal estoy?
_No, sólo que no tienes pinta venir buscando consuelo. Tu soledad es deseada, ¿me equivoco?
_Vaya, ¿Qué estudias, psicología?
_¿A qué te dedicas?
_Sólo soy un simple atracador de bancos. (Ella se ríe). Maldita sea, no sé de qué te ríes, es una forma de ganarse la vida como otra cualquiera.
_Ya...
_Tampoco tengo pinta se saber coger una pistola, ¿no es eso?
_No del todo...

Y así me encontré paseando por las solitarias calles de New York con una "bailarina erótica" que acababa de conocer. Era de un pueblecito de Aspen, Virginia. Llegó aquí para ser actriz, pero parece que no hacían falta más actrices. De hecho, creo que el cupo de los próximos quince años también está completo. Por cierto, no me cobró. Creo que en algún momento entendió que le ofrecía un papel para mi próxima película.

Y eso que nunca he trabajado en el cine...